sábado, 7 de marzo de 2020

Cuando Ortega y Schopenhauer coinciden





《El pusilánime solo actúa movido por intereses subjetivos -el placer y el dolor-. Busca el placer y evita el dolor. Este modo de funcionar vitalmente que en sí encuentra, le lleva a suponer, por ejemplo, que si un pintor se afana en su oficio, es movido por el deseo de ser famoso, rico, etc. ¡Como si entre el deseo de fama, riqueza, delicias, y la posibilidad de pintar este o aquel gran cuadro, de inventar un estilo determinado, existiese la menor conexión! El hombre pequeño debía advertir que el primer pintor famoso no se pudo proponer ser un pintor famoso, sino exclusivamente pintar, por pura necesidad de crear belleza plástica. Sólo a posteriori de su vida y obra se formó en la mente de los otros, especialmente de los pusilánimes, la idea o ideal de ser "famoso pintor" y entonces, sólo entonces, atraídos en efecto por las ventajas egoístas de ese papel -"ser famoso pintor"-, empezaron a pintar los pusilánimes, es decir, los malos pintores.》


José Ortega y Gasset, Tríptico, Mirabeau o el Político, Pág. 22

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《Para los hombres dotados de genio su pintura, su poesía o su pensamiento son un fin; para los demás un medio. Éstos buscan con ello realizar sus intereses, y saben, por regla general, lograrlo, pues se acomodan a los gustos de sus contemporáneos y están dispuestos a servir sus necesidades y caprichos; por eso viven casi siempre en situaciones dichosas, mientras que el hombre genial se encuentra a menudo en una situación muy desgraciada. Este último sacrifica su bien personal al propósito objetivo, y no puede hacer otra cosa, pues es ahí donde tiene su seriedad. Aquellos hacen lo contrario y, por eso, son pequeños, mientras que él es grande. Por eso, su obra es para todos los tiempos, aunque su reconocimiento comience la mayoría de las veces en la posteridad; pero los otros viven y mueren con su tiempo. [...] Toda actividad dirigida a fines personales es pequeña, porque quien actúa de este modo no se reconoce ni se encuentra sino atendiendo a su propia y diminuta persona. En cambio, quien es grande se reconoce en todas las cosas, y, por consiguiente, en el Todo; él no vive, como el otro, únicamente en el microcosmos, sino aún más en el macrocosmos. Por eso el Todo le afecta, y busca aprehenderlo para poder representarlo, explicarlo o ejercer sobre él alguna influencia práctica. Pues no le es ajeno, y siente que le concierne. Debido a esta extensión de su esfera se le llama grande.》

Arthur Schopenhauer, El Mundo Como Voluntad y Representación, Complementos al Libro Tercero, 31, Pág. 825

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